miércoles, 18 de septiembre de 2013

Concierto para violín y orquesta en mi menor, opus 64. Felix Mendelssohn



El Concierto para violín en mi menor, Op. 64 es la última gran obra orquestal del compositor alemán Felix Mendelssohn. Forma una importante parte del repertorio de violín y es uno de los conciertos para ese instrumento más populares y más interpretados de todos los tiempos. Una interpretación estándar tiene una duración de casi media hora.

La obra es uno de los primeros conciertos para violín del Romanticismo e influyó en las obras de varios compositores. A pesar de que el concierto consta de tres movimientos en la estructura típica rápido-lento-rápido y cada movimiento sigue la forma tradicional, la obra era innovadora e incluía características nuevas para la época. Como aspectos distintivos se destacan la entrada inmediata del violín al comienzo y el enlace entre movimientos sin solución de continuidad.

Tras su nombramiento en 1835 como director principal de la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, Mendelssohn eligió a su amigo de la infancia Ferdinand David como concertino de la orquesta. Los orígenes de la obra proceden de la colaboración entre ambos.
El concierto tardó seis años en completarse. El estreno tuvo lugar en la Gewandhaus de Leipzig el 13 de marzo de 1845, interpretado por David y con la Orquesta de la Gewandhaus bajo la batuta del compositor danés Niels Gade, ya que Mendelssohn, se encontraba demasiado débil. Sin embargo, el 23 de octubre del mismo año se volvió a interpretar el concierto con un gran éxito, dirigido esta vez por el propio Mendelssohn e interpretada de nuevo por David.

El concierto es innovador en varios aspectos. En el primer movimiento, Mendelssohn se distancia de la forma típica del concierto clásico de muchas maneras, como la entrada del solista casi desde el principio, que también ocurre en su Primer concierto para piano.Aunque el primer movimiento está en su mayoría escrito en forma sonata, Mendelssohn pone la interpretación del primer tema a cargo del violín solista y luego por la orquesta. Los conciertos clásicos solían empezar con una introducción orquestal seguidos de una versión de casi el mismo material junto con el solista.
La cadenza es también novedosa al ser escrita como parte íntegra del concierto, y al localizarse antes de la recapitulación. Era habitual en un concierto clásico que la cadenza fuera improvisada por el solista y solía ocurrir al final del movimiento, tras la recapitulación y justo antes de la coda final.
Este concierto para violín sobresale respecto anteriores conciertos por la conexión entre los movimientos. No hay pausa entre el primero y segundo movimientos, con una nota del fagot mantenida entre los dos. El pasaje que hace de puente entre los dos últimos movimientos empieza justo después del final del movimiento lento. La melodía es similar a la del principio, para recalcar la forma cíclica de la obra. El enlace fue diseñado para eliminar los aplausos entre movimientos. Esto supondría una sorpresa para la audiencia de Mendelssohn, que a diferencia de la actualidad solía aplaudir entre movimientos.
El concierto además llama la atención por los largos periodos en los que el solista realiza un mero acompañamiento para la orquesta, como por ejemplo en los arpegios rebotados al principio de la recapitulación. Esto también fue muy novedoso para un concierto para violín de esa época.

Escuchamos la versión de Isaac Stern con Orquesta de Filadelfia dirigida por Eugene Ormandy en una grabación de 1958.