miércoles, 8 de mayo de 2013

Concierto para piano y orquesta en la menor, opus 16. Edvard Grieg



El Concierto para piano y orquesta en la menor (Klaverkonsert i a-moll), opus 16, de Edvard Grieg es una de las pocas obras concertantes de su autor. Es el único concierto para piano y orquesta que Grieg llegó a finalizar.
En 1859 (o 1858), Grieg, con 16 años y siendo estudiante en el Conservatorio de Leipzig, asistía a la interpretación en la Gewandhaus del Concierto para piano y orquesta en la menor de Robert Schumann, que ofrecía Clara Schumann, su viuda. Su profesor de piano, E. F. Wenzel, era amigo de Schumann y le había inculcado el amor por la obra de él, amor que el joven músico conservaría toda la vida. Así, finalizados sus estudios en 1862, Grieg hizo su presentación como pianista y compositor en su ciudad natal noruega, Bergen, interpretando las Cuatro piezas op. 1 y el Cuarteto con piano de Schumann.
Esta afinidad se refleja en el Concierto para piano y orquesta en la menor (en la misma tonalidad que el de Schumann), aunque la personalidad del joven Grieg domina la partitura junto con influencias de la música folklórica de Noruega. Él tenía 24 años cuando lo compuso en 1868, viviendo en Søllerød, Dinamarca. La primera presentación fue el 3 de abril 1869 en Copenhague. Pese a la buena acogida que tuvo la obra (pues hasta Liszt llegó a tocarla en la visita a Roma en 1870 de Grieg, dejando admirado al compositor), Grieg la revisó siete veces, la última en 1906-1907, y ésta es la versión que se escucha hoy.
El Concierto para piano en la menor de Edvard Grieg consta de los tres movimientos tradicionales de los que un concierto pianístico se constituye:
  • Allegro molto moderato. El concierto comienza con un impetuoso redoble de timbal y una serie de acordes de gran esfuerzo. Este primer movimiento está escrito en forma sonata. El primer tema es presentado por el clarinete, y recogido luego por el solista con numerosos embellecimientos; el segundo tema, encomendado a los violonchelos, es de inequívoco sabor noruego. Durante el amplio desarrollo, el piano tiene muchos momentos para lucir sus cualidades líricas y virtuosísticas, con una soberbia cadencia y bellísimos pasajes en los que comparte protagonismo con la flauta y la trompa.
  • Adagio. Hermoso, de carácter intimista y soñador. Prescinde de los metales, a excepción de las dos trompas. El delicado tema principal es expuesto por la cuerda en sordina y tomado después por el piano, que con sus trinos parece reflejar un estado de beatitud primaveral. Un pasaje de transición da paso al movimiento final.
  • Allegro moderato molto e marcato - Quasi presto - Andante maestoso. Está construido sobre un tema de danza popular, alegre y rítmica, que contrasta con un segundo tema de gran lirismo presentado por la flauta. El concierto retoma el brío inicial y, tras la cadencia, finaliza de manera majestuosa y brillante.
Escuchamos el Adagio en la versión de Arthur Rubinstein y la Orquesta Sinfónica de Londres dirigida por André Previn en una grabación de 1975.

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